Montones de ropa sin usar están siendo abandonados en el desierto chileno, sumándose a un cementerio cada vez más grande de colecciones antiguas de marcas de moda del mundo del fast fashion.
Según un reportaje de la Agencia France-Presse, el enorme montón de ropa se compone de prendas fabricadas en China y Bangladesh que llegan a tiendas de Estados Unidos, Europa y Asia. Cuando las prendas no se compran, se llevan al puerto chileno de Iquique para ser revendidas a otros países latinoamericanos.
«El problema es que la ropa no es biodegradable y tiene productos químicos, por lo que no es aceptada en los vertederos municipales», afirma Franklin Zepeda, fundador de EcoFibra, una empresa que intenta aprovechar la ropa desechada fabricando paneles aislantes con ella.
Zepeda, cuya firma utiliza desde 2018 residuos textiles para crear así sus aislantes térmicos y acústicos para edificios, explica a la AFP que quiere «dejar de ser el problema y empezar a ser la solución.»
La moda rápida o fast fashion es asequible para los consumidores, pero al mismo tiempo es extremadamente dañina para el medioambiente.
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