Con las medidas de confinamiento derivadas de la pandemia de COVID-19, llegarán repercusiones a largo plazo en la salud para los niños de todo el mundo.
Los cierres de escuelas podrían agravar la epidemia de obesidad infantil, misma que ya amenaza a muchos niños, señalan Andrew G. Rundle, doctor en salud pública, y sus colaboradores de la Columbia University Mailman School of Public Health, en Nueva York.
Rundle y sus colaboradores estiman que el tiempo sin asistir a las escuelas se duplicará este año a causa del cierre de escuelas por COVID-19. Esto junto con las órdenes de quedarse en casa, planteará retos para las actividades físicas y la alimentación sana de los niños.
Asimismo, se han cerrado los parques infantiles en muchos lugares, e incluso donde estos se mantienen abiertos, el distanciamiento social disminuye las oportunidades para hacer ejercicio.
Los deportes en equipo están cancelados, y al suspenderse la educación física en las escuelas, muchos niños no tendrán los juegos activos en exteriores que son necesarios.
Esto aplica sobretodo a menores de zonas urbanas, a quienes les puede resultar más difícil hacer ejercicio dentro de apartamentos estrechos, añadieron.
En consecuencia, mayor número puede recurrir a actividades sedentarias, y el aumento de tiempo ante pantalla va de la mano con el sobrepeso y la obesidad en la infancia, no solo por la falta de ejercicio, sino por el consumo de refrigerios y alimentos no sanos mientras se enfrascan en la pantalla.
Estrés y aburrimiento, mala combinación
Al igual que los adultos, los niños suelen comer más por el estrés, añadiendo que el no poder realizar sus actividades normales les produce aburrimiento, que suelen combatir con comida.
Los expertos señalan que las escuelas deben dar prioridad a la educación física, incluso en las clases en línea, además los padres deben buscar alternativas para que los niños se ejerciten dentro de casa.
«Considero que es importante centrarse en promover el consumo consciente de alimentos, en comparación con el consumo distraído. Incluso en las mejores circunstancias es difícil hacer suficiente ejercicio para quemar calorías de refrigerios con alta energía», agregó Rundle.
Pobreza, otro factor de riesgo
Los menores de familias de escasos recursos, que ya son los más vulnerables a la obesidad y los problemas de salud relacionados, tienen factores estresantes adicionales, añadieron los dos expertos.
En algunas regiones, las escuelas son las únicas fuentes de alimento para los menores, por lo que ahora están sin recibirlos, dejándolos vulnerables a enfermedades causadas por falta de alimento o desnutrición.
Aunque es una prioridad mitigar la repercusión inmediata de la COVID-19, es importante tomar en cuenta formas de prevenir sus efectos a largo plazo, incluidos nuevos riesgos de obesidad infantil.
(Con información de Medscape publicado en el portal de Paco Zea)