Liz Truss ha tirado la toalla, la primera ministra del Reino Unido comparecía hace unas horas ante las puertas de Downing Street para anunciar su dimisión tras solo 44 días en el cargo.
Se ha convertido así en la jefa de Gobierno más breve en toda la historia del Reino Unido. “No puedo cumplir el mandato para el que me eligieron. He anunciado al rey mi decisión de dimitir”, ha afirmado.
La todavía primera ministra ha acordado con la dirección del Partido Conservador que seguirá en el puesto hasta que se elija un sustituto a lo largo de la semana que viene, el tiempo que se han dado para buscar una solución a la crisis desatada.
La oposición de laboristas y liberal-demócratas se ha apresurado a reclamar nuevas elecciones frente al propósito de los tories de elegir nuevo primer ministro.
“El Partido Conservador ya no tiene un mandato para seguir gobernando”, ha dicho el líder laborista, Keir Starmer.
“La ciudadanía británica merece tener voz a la hora de decidir el futuro del país, y poder comparar el caos creado por los tories con los planes de la oposición para salir de este enredo”, ha añadido.
Se sumaba a la petición de adelanto electoral la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, que lo consideraba “un imperativo democrático”.
En su mes y medio en el cargo, Truss había logrado tener en su contra a la mayoría de sus diputados —incluso aquellos que la respaldaron durante las primarias del pasado verano—; a los mercados; al Banco de Inglaterra y a las principales instituciones económicas del país y prácticamente a toda la opinión pública del Reino Unido.
A pesar de haber dado marcha atrás a su histórica rebaja de impuestos, valorada en más de 60.000 millones de euros, que amenazaba con provocar un insostenible agujero en las cuentas públicas. A pesar de haber echado con cajas destempladas a su amigo y aliado, el ministro de Economía Kwasi Kwarteng, para sustituirlo por el moderado Jeremy Hunt. Y a pesar de haber pedido perdón a los diputados conservadores y al electorado británico. Pese a todo esto, los días de Truss estaban contados.
Se había convertido en una primera ministra vacía de contenido, sin programa que defender, incapaz de comunicar eficazmente la labor del Gobierno y enfrentada completamente con su grupo parlamentario.
El miércoles, un día antes de su dimisión, ya iba a ser recordado en el Reino Unido como una de las jornadas más tormentosas en su historia política. “Esto es un caos, y la mayoría de mis colegas están hartos”, ha dicho a la BBC el veterano diputado conservador Charles Walker. “Tenemos que recuperar el control.
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