Desde la Antigüedad, los eclipses han fascinado a grandes culturas. Así, surgieron diversos mitos en torno a estos fenómenos, explicó Julieta Fierro Gossman, del Instituto de Astronomía de la UNAM.
Era comprensible que un fenómeno de esta magnitud causara asombro. Imaginen que, estando el Sol brillante, de repente oscureciera y aparecieran las estrellas; sin duda, un espectáculo asombroso, señaló la investigadora.
En ciertas culturas, se creía que el Sol era devorado por una entidad divina. Los chinos, por ejemplo, pensaban que un dragón se lo tragaba y, al hacer ruido, este lo escupiría. Una creencia similar tenían los mexicas, quienes consideraban que una deidad mordía al Sol.
En 1325, durante la fundación de Tenochtitlan y al colocar la primera piedra, se presenció un eclipse. La leyenda cuenta que había un nopal con tunas rojas y maduras, interpretadas como la representación de los corazones de los sacrificados.
Por ello, en la piedra fundacional se esculpió un águila posada sobre un nopal, símbolo del Sol, con una vírgula saliendo de su boca. Los españoles, al ver esta representación, pensaron que se trataba de una serpiente, pero en realidad, simbolizaba un mensaje: “Establezcanse aquí”.
Las monedas mexicanas de 10 pesos muestran, por un lado, al águila con la serpiente y, por el otro, el Sol, centro del calendario azteca.
En uno de los códices borbónicos, los mexicas plasmaron con imágenes las predicciones de cada día del año. De esta manera, podían anticipar lo que sucedería a un individuo según su día de nacimiento. Cuauhtémoc, por desgracia, nació en un día de año bisiesto no contemplado en el códice, interpretado como un mal presagio.
Durante los eclipses, los mexicas ofrecían sacrificios de personas albinas en honor a los dioses. Las mujeres embarazadas, por su parte, se colgaban un pedernal para prevenir el nacimiento de bebés con labios leporinos.
Los mayas, grandes astrónomos, observaban el cielo con un instrumento compuesto por dos varillas, una horizontal y otra vertical, para medir la posición de los astros en el horizonte.
Este instrumento, similar a un astrolabio creado por los árabes, estaba equipado con una plomada y una mirilla, permitiendo observar con precisión la posición de los astros. Gracias a él, podían determinar la altitud de las estrellas, así como la hora y su ubicación.
Del mismo modo que los astrónomos actuales predicen eclipses, los mayas tenían la capacidad de anticipar cuándo sucederían, dejando constancia en el códice Dresde.
Observaban detenidamente los movimientos del Sol y la Luna. Conocían que las fases lunares duran 29 días y medio y que el ciclo solar es de 365 días, permitiéndoles calcular cómo estos cuerpos celestes se alinearían.
La habilidad observacional de los mayas también les permitió descubrir que Venus se desplaza alrededor del Sol. Este fenómeno, conocido como tránsito de Venus, era predicho por ellos con notable exactitud.