El Monseñor Onésimo Cepeda falleció el lunes a las 22:50 horas, anunció la Diócesis de Ecatepec en un comunicado.
La institución recordó que el Monseñor Cepeda ejerció por más de 16 años el ministerio Episcopal, desde la fundación de la Diócesis de Ecatepec.
Añadió que se dispondrá de un novenario en la Diócesis, y que posteriormente se detallarán el día y la hora de la velación.
Por su lado, la Conferencia del Episcopado Mexicano emitió un comunicado donde manifestó sus condolencias a amigos y familiares de Cepeda.
Hace unas semanas se reportó que Onésimo Cepeda había sido hospitalizado por complicaciones tras contraer COVID-19.
Onésimo Cepeda fue uno de los personajes más pintorescos de la iglesia católica en México. Nació en 1937 en el entonces Distrito Federal.
En sus años de juventud hubo muchas experiencias de diversa índole. Incursionó en la música, quiso ser torero (se le veía con frecuencia en corridas de toros), fue vendedor de distintos productos y servicios. Su faceta más trascendente fuera de la iglesia fue en la banca. Su principal socio en aquella etapa fue Carlos Slim Helú.
Cepeda ya se había graduado como abogado en la UNAM en 1960 cuando trabajaba en la Bolsa Mexicana de Valores. Tanto él como Carlos Slim trabajaban por su cuenta. Decidieron unir fuerzas para conseguir clientes y fundaron Inversora Bursátil. La sociedad con los años se convirtió en Grupo Financiero Inbursa. También trabajó como asesor de Banamex y del grupo Ingenieros Civiles Asociados (ICA).
Su vocación religiosa fue relativamente tardía. Cuando decidió seguirla, vendió las acciones de Inversora Bursátil a Carlos Slim con una condición, como le gustaba contar: si no la “hacía” como sacerdote, las recompraría.
Se ordenó a los 33 años, luego de estudiar en el Instituto Nuestra Señora de Guadalupe para las Misiones Extranjeras, donde estudió Filosofía, y de pasar por la Universidad de Friburgo, Suiza, donde estudió Teología.
Ya como sacerdote fue conocido por su oposición al movimiento que enarbolaba la Teología de la Liberación. Ahí ensanchó lazos con el nuncio apostólico del Vaticano, Girolamo Prigione, quien lo apoyaba en su cruzada. Sus polémicas, muchas de ellas generadas por su afición a hacer declaraciones rimbombantes ante la prensa, perfilaron su personaje.
Desde el “roben, pero poquito” con el que conminaba a los candidatos a la presidencia, hasta el “habría cooperado” para que liberaran de su secuestro a Diego Fernández de Cevallos, era uno de los favoritos de los reporteros porque siempre tenía una respuesta exótica.