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Vínculo entre perros y humanos va más allá de la simple compañía, revela estudio del Cinvestav

Aún es inexacta la fecha en que la humanidad inició su relación con los perros, aunque se sabe que su linaje genético procede de Asia; incluso lo que parece ser su primera representación gráfica se encuentra en unos tallados rupestres de hace 8 o 9 mil años encontrados al noreste de Arabia Saudí.

Los tallados representan a cazadores ayudados por lo que parecen ser unos perros de aspecto similar a la raza de Canaán; una actividad que aún en nuestros días continúa. De hecho, el vínculo humano-perro se ha estudiado en diferentes contextos socioculturales e históricos, pero tal interacción había sido poco explorada en torno a las prácticas de subsistencia contemporánea por parte de la población rural de regiones Neotropicales, como lo es la Península de Yucatán.

Teniendo como estudio de caso una comunidad maya peninsular de Yucatán, se encontró que la relación de sus pobladores (campesinos-cazadores) con sus perros trasciende el valor práctico, social y simbólico de éstos en la cacería de subsistencia.

Más aún, tal relación humano-perro conlleva beneficios asociados con las estrategias de vida del campesino-cazador y su familia tales como el cuidado de la milpa y el solar, según lo han revelado estudios recientes del Laboratorio de Ecología y Conservación de la Biodiversidad (LAECBIO) dirigido por Salvador Montiel Ortega, en el Departamento de Ecología Humana del Cinvestav Mérida.

Con base en información etnográfica y observación participante, esos estudios sobre los perros en las comunidades mayas contemporáneas han relevado que tales cánidos trascienden muchas veces su valor utilitario como mascotas, vigilantes o ayudantes de caza, otorgando prestigio social y protección (ante animales como serpientes y entidades sobrenaturales como el “mal aire”) a sus propietarios cuando estos realizan cacería y otras actividades cotidianas en el monte.

“En estudios previos hemos revelado el valor multidimensional del perro en la cacería de grupo o batida, documentando su papel como maestros, secretarios o sabuesos en dicha modalidad de caza tradicional.

Ahora, vamos más allá y resaltamos la versatilidad que se reconoce socialmente sobre el perro, ligada a las actividades diarias del campesino-cazador y su familia. Así acuñamos el término de “perro cazador-milpero”, como una categoría sociocultural que busca reconocer el estrecho vínculo forjado entre el campesino-cazador maya y su perro”, explicó Montiel Ortega.

La investigación, publicada en la revista científica Journal of Ethnobiology, documenta el valor multidimensional del perro para la población rural maya, reconociéndolo como parte importante en las estrategias de vida y cosmovisión del campesino-cazador contemporáneo.

“Se ha encontrado que el perro es una entidad versátil en el ámbito comunitario ya que, según las necesidades cotidianas del campesino y su familia, este animal tiene el potencial de emplearse para la caza y el cuidado de la milpa y el solar”.

“Así, el perro se diversifica de acuerdo con cada contexto y necesidad, llegando incluso a ser rentado para la cacería, claro, si se trata de un perro maestro (que guíe a otros perros), principalmente en batida. De ocurrir esto último, el propietario del perro recibe una parte proporcional de la biomasa de caza (“carne de monte”) cuando la actividad es exitosa, es decir, cuando se obtiene al menos una presa (deseablemente venado o jabalí)”, mencionó Montiel Ortega.

De acuerdo con el investigador del Cinvestav Mérida, su reciente estudio sobre el vínculo humano-perro en el contexto maya, en el cual se propone la categoría de perro cazador-milpero, contribuye a una mejor comprensión del perro como un actor social vinculado a las estrategias de sobrevivencia de la población rural en Mesoamérica.

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