Las calles de Río de Janeiro se transformaron en un auténtico campo de batalla este martes 28 de octubre, tras un megaoperativo de 2,500 agentes contra el Comando Vermelho (CV), una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil. El saldo preliminar: 60 muertos, 81 detenidos y decenas de armas de alto calibre incautadas.
Drones, helicópteros y vehículos blindados participaron en la operación, descrita por el gobernador Cláudio Castro como “la más grande en la historia de Río”. Testigos relatan escenas de terror: explosiones, disparos y familias atrapadas en sus casas mientras las fuerzas del orden buscaban retomar el control territorial.
Organizaciones de derechos humanos han exigido transparencia en las cifras y responsabilidades, advirtiendo sobre el uso excesivo de la fuerza. En solo unas horas, las favelas de Penha y Alemão quedaron devastadas: comercios cerrados, escuelas suspendidas y miles de residentes sin servicios básicos.
La operación, aunque presentada como un golpe al crimen organizado, reaviva el debate sobre la política de seguridad brasileña, marcada por violencia estructural y ausencia de reconstrucción social. Analistas advierten que sin inversión en educación, empleo y justicia, la guerra en las favelas podría repetirse indefinidamente.

